Obsolescencia programada: ¿por qué es difícil dejar de comprar cosas?
Una inmersión en la obsolescencia en la moda, su complejidad y regulaciones prometedoras.
Dentro de la sociología del diseño uno de los conceptos que más me ha impresionado es la obsolescencia programada, y en la moda en específico, la obsolescencia psicológica. Como podrás adivinar, esta se refiere a las múltiples técnicas utilizadas para limitar la durabilidad de un producto con el fin de estimular la compra repetitiva. El caso más común, y que probablemente se te venga a la cabeza es el de los smartphones; por cómo los debemos cambiar repetidamente al desgastarse (son diseñados para durar poco y ser difíciles de reparar); o por cómo se vuelven obsoletos al pasar los años y los avances tecnológicos. Estos están tan enraizados a nuestra vida que sabemos cada cuanto tiempo o en qué condiciones los “debemos” cambiar por otro nuevo.
La obsolescencia es la herramienta perfecta para propiciar el sistema capitalista de crecimiento linear, que vive gracias a esta y otras técnicas de manipulación. Es fácil entender la lógica detrás de la obsolescencia y es aún más fácil entender por qué está mal. A nivel superficial, el extractivismo que sucede para producir estos bienes resulta en el desperdicio de recursos y contribuye enormemente a la crisis climática. Más a profundidad, esta herramienta genera una cultura de desvalorización y nos aleja de la realidad finita de los recursos planetarios. Es así como todo se vuelve desechable y reemplazable.
La obsolescencia es un problema de diseño, es diseñar mal a propósito. No obstante, la durabilidad en la moda es algo que va más allá de la calidad de producción, es aquí cuando una de las obsolescencias se vuelve aún más relevante que la anteriormente definida.
Obsolescencia psicológica
Es aquella que por el estilo o estética cambiante produce compras repetitivas, y está altamente relacionada con las tendencias. Esta técnica mezclada con la creciente accesibilidad de productos genera el consumo repetitivo, el consumo excesivo, y sobre todo, el descarte masivo de objetos que aún no terminan su vida útil. Los objetos pasan de ser novedosos y deseables a ser anticuados y detestables, esto es aún más cierto con la ropa para las personas que le otorgan mucho valor a su forma de vestir, como un elemento identitario y que les define en el espectro del estatus social.
Retrospectivamente, recuerdo muchos momentos en los que he comprado ropa solo por su estilo novedoso, cuando tenía algo teóricamente igual en mi armario. Un ejemplo claro es cómo en 2018 usaba skinny jeans o pantalones pitillo, pero que con la llegada de 2019 dejé de usar para cambiarlos por mom-jeans, flares, o cualquier variación de pantalones anchos. Cada vez que me ponía a organizar mi armario me daba cuenta que un 10% de las cosas que tenía me parecían feas, por estar fuera de moda.
La obsolescencia psicológica es quizá más dañina que la obsolescencia por durabilidad de los materiales, porque altera la forma en la que pensamos sobre los objetos, cómo los cuidamos y el valor que les damos. El paradigma de consumo de la moda es lo primero que debe cambiar.
¿Será que el “no tengo nada que ponerme” viene del desprecio de lo familiar, lo conocido y lo usado? Desde el branding, el diseño, las comunicaciones y desde cada aspecto de la moda se pueden implementar estrategias para prolongar la durabilidad emocional de la ropa, pero su mayor desafío es ganar terreno mientras se enfrentan a los gigantescos presupuestos de la moda convencional que promueve el ciclo ultra rápido de tendencias en favor de vender más.
Una empresa que ha puesto este comportamiento en el foco de atención es VESTIAIRE COLLECTIVE, una plataforma digital de compra y venta de moda de lujo usada. La campaña realizada con inteligencia artificial durante 2023 ilustraba el desperdicio textil en medio de ciudades y espacios reconocidos para demostrar la magnitud de desecho al que nos enfrentamos, con el slogan “Think first, buy second” (Piensa primero, compra segundo). Que además de dejar el mensaje de consciencia sobre las compras hace un juego de palabras con second por la ropa second-hand, o ropa de segunda mano.


En lo personal, sigo pensando que es difícil dejar de comprar cosas y aunque no me gasto mucho dinero ni compro a menudo, siempre hay algo nuevo que quiero y algo viejo que ya no quiero. Llevo años conociendo los efectos de la moda rápida y del consumo excesivo, pero no parece que la obsolescencia mágicamente deje de tener efecto en mí. Seguir la lógica circular es una decision diaria, consciente e incómoda en ocasiones, pero como cualquier otro cambio en el estilo de vida: con el tiempo se hace más fácil.
Las soluciones en el horizonte
La obsolescencia programada es un producto del siglo XX que nació gracias a la crisis económica en los Estados Unidos y se ha transformado en el estándar del diseño de productos de consumo masivos. Está cada vez más claro que esto es un problema de economía que se ha infiltrado en el diseño, es por eso que debe ser abordado tanto desde la perspectiva económica como desde el diseño.
En el lado contrario del espectro del desarrollo económico está la economía circular, que propone el cuidado, la reparación y la reutilización de los bienes como alternativa al consumo para el desgaste y las compras repetitivas. Relacionado con esta economía está La economía rosquilla de Kate Raworth, una teoría sobre desarrollo económico que se basa en cumplir con el mínimo de bienestar para todas las personas mientras se mantiene bajo el umbral del bienestar planetario. Lo propone como un happy medium o punto medio entre la escasez y el deterioro del planeta con sus recursos.
Igualmente, contrario a la obsolescencia programada en el diseño, están las estrategias de ecodiseño. En pocas palabras estas son formas de diseñar que buscan reducir el impacto ambiental de los productos, teniendo en cuenta su ciclo de vida completo, desde su ideación hasta que ya no cumpla con su propósito. Diseña para que las cosas no se descarten, si no que se puedan reintegrar al círculo, de esta forma los objetos no pierden valor, solo circulan los recursos para darle otro uso.
A nivel internacional
La moda no es la única industria en la que se aplica la obsolescencia programada, esto es algo transversal y que afecta en mayor o menor medida a todos los productos que adquirimos.
Por mi espíritu optimista tiendo a proponer soluciones a todo y tengo la esperanza de que todo se puede resolver, en materias que nos afectan ampliamente como sociedad tengo mis esperanzas en el poder de las regulaciones públicas. Uno de los organismos más relevantes en materias de regulación de sostenibilidad es la Unión Europea, líder en el area tanto por su amplio alcance geográfico como por la seriedad de las medidas que propone (aunque tendremos que esperar unos años para saber con certeza si todo irá según el plan).
La normativa de la Comisión Europea en cuanto a sostenibilidad es amplia, pero la suelen resumir en:
Cambio a una economía circular.
Cambio a una economía climate-neutral o de bajas emisiones GEI.
Ecodiseño, productos “sostenibles” y el uso correcto del etiquetado.
Además, como es de esperarse por el alto nivel de contaminación generada por la industria de la moda, existe una estrategia propia del textil. Dentro de esta se han desarrollado distintos puntos de enfoque, y más de uno es en respuesta directa a la obsolescencia programada, aunque aún no estén puestos en acción, están en linea para entrar en vigor durante 2026.
Gracias a la Directiva 2024/825 de la UE, la cual se centra en el “empoderamiento de los consumidores para la transición ecológica mediante una mejor protección contra las prácticas desleales y mediante una mejor información”, son consideradas desleales: “Las prácticas asociadas a la obsolescencia programada de los productos, como ocultar el efecto negativo de las actualizaciones de software; las comunicaciones comerciales sobre bienes en los que se han introducido características que limitan su durabilidad; afirmar falsamente la durabilidad o la reparabilidad de los bienes; o inducir al consumidor a sustituir los elementos fungibles antes de lo necesario”.
Todo esto suena muy prometedor a mis oídos, en especial cuando tenemos en cuenta otras propuestas de la UE como el derecho a reparar. Este aseguraría a todos los consumidores el derecho a reparar sus bienes, y responsabiliza a las empresas que deberán proveer de reparaciones accesibles para sus productos. Con esto podría frenarse la manipulación que ejercen grandes empresas con la obsolescencia programada, de la que llevan décadas beneficiándose económicamente.
A nivel individual
Volviendo a la obsolescencia psicológica, esta es más compleja, ya que a nivel material las regulaciones y soluciones son más claras. Existen extensas instrucciones sobre el uso y el cuidado correcto de las cosas, en primer lugar debemos cuidar bien de las cosas, repararlas y darles todo el uso que le podamos dar, en segundo lugar debemos re-utilizar las cosas o dárselas a quienes puedan utilizarlas, en tercer lugar tenemos la responsabilidad de utilizar los recursos cuando las cosas ya no cumplen su función inicial y darles una nueva vida.
Como mencioné, para lograr darle la vuelta a la lógica del consumo actual es necesario cambiar la forma en que nos relacionamos con las cosas. Cuando comienzas a pensar en las cosas de forma distinta, valorándolas por lo que son y cuidándolas acordemente, ya no parecen desechables o intercambiables.
La cantidad de horas que me he pasado pensando en cómo puedo formar una colección de ropa que se quede conmigo para siempre es incontable, y suelen resultar en un cuestionamiento sobre si debería cambiar todo lo que tengo, perpetuando el mismo problema. La raíz del consumo excesivo no está en que necesitemos muchas cosas, ni en que tenemos cosas por reemplazar, la raíz está en que compramos cosas por razones más allá de nuestra consciencia, no sabemos cuándo estamos siendo manipulados. Y es aquí donde está mi enfoque, en la comunicación transparente y responsable de la moda.
Finalmente, y para terminar en una nota positiva, más consumidores que quieran tomar decisiones de compra éticas podrán hacerlo sin ser engañados en el proceso. La Comisión Europea también ha designado una Directiva de Green Claims o de afirmaciones verdes, lo cual va a definir claramente y prohibir el greenwashing. Esto significará que todas las afirmaciones sobre ser “sostenible”, “ético”, “orgánico”, y todo lo que relacionamos con efectos neutros o positivos al medioambiente, deberán tener pruebas o evidencias que puedan consultar los consumidores. En definitiva es una propuesta esperanzadora y que nos beneficiará a todos, en especial a empresas que hacen esfuerzos activos por hacer las cosas bien.
Recomendaciones
Pese a haber visto documentales como si mi vida dependiese de ello y demorarme semanas leyendo libros, puedo decir que los libros son una fuente mucho más enriquecedora, por eso comienzo mis recomendaciones con un libro centrado en un nuevo paradigma económico alejado del crecimiento linear. La economía rosquilla o Doughnut economics de Kate Raworth es la exposición de su teoría, la que he mencionado de forma resumida. Esta se centra en criticar el sistema económico actual y propone nuevas formas de ver el desarrollo económico.
Ahora bien, este libro es mucho más técnico que divulgativo y mi intención siempre será ofrecer información accesible, por eso la sigo con algo mucho más ligero que te dejará con ganas de saber más.
Mi recomendación audiovisual, aunque está dentro de Netflix, corresponde a un documental accesible y reciente que habla sobre los fenómenos de consumo actuales y cómo la economía se mantiene en esta lógica de desperdicio. En el documental se aportan datos y reflexiones simples de forma expositiva que probablemente les permitan reflexionar sobre sus propios hábitos, como me hizo a mi. Luego de verlo me convencí de reparar mi teléfono en vez de cambiarlo por un modelo más reciente. Se trata de Buy Now: The Shopping Conspiracy.
Nota: Un par de profesionales de la moda sostenible han expresado que no se les ha compensado adecuadamente por su trabajo en este documental, pero resaltan que su contenido y su mensaje es muy importante de divulgar, por lo cual sigo recomendándolo.
¡Qué tema! Da para pensar mucho. No nos damos cuenta cómo nos movilizamos ante los estímulos que las distintas industrias nos lanzan. Antes, me parece, el escenario era menos catastrófico. Los electrodomésticos duraban décadas, la ropa se pasaba de mano en mano hasta que se rompía, no se consumían tantos ultraprocesados y podría seguir. Por lo menos las propuestas que comparte dan una luz de esperanza de cara al futuro.